Caso real: Ana se redescubre a Través del Arte tras una sesión de Vida Pasada (QHHT)
En una de mis últimas sesiones de hipnosis, Ana experimentó una vida pasada. En esta vida, se encontró con un joven que, aunque rodeado de gente que lo cuidaba, nunca se sintió parte de ese lugar. A menudo se sentía solo y desconectado, buscando constantemente un sentido de pertenencia. Sin embargo, fue gracias a la relación con un mentor sabio que comenzó a entender lo que necesitaba: aprender a aceptarse a sí mismo, a valorarse sin exigencias externas, y a entender que su verdadera paz no dependía de encajar en los moldes de los demás.
Reviviendo esta vida, Ana comprendió que, al igual que aquel joven, muchas veces se ha sentido fuera de lugar en su vida actual, buscando validación en otros y olvidando lo más importante: su propio amor propio y aceptación. A través de la regresión, pudo reconocer que su camino no está en ajustarse a las expectativas externas, sino en aprender a ser fiel a sí misma. Descubrió que el verdadero hogar no está en un lugar o en las personas que la rodean, sino dentro de su propio corazón. Esta toma de conciencia le permitió comenzar a darse cuenta de dónde venía todo eso que ella sentía, que era mucho más profundo de lo que podía intuir, y ese entendimiento le permitió comenzar a liberarse de muchas limitaciones que sentía desde hace mucho..
Hoy, Ana se siente más libre y auténtica. A medida que se acepta y se valora, se atreve cada vez más a mostrar su creatividad sin miedo al juicio. Ya no se limita por el temor al "qué dirán" y comparte con orgullo su arte, sus fotos y su trabajo creativo. Ya sea a través de la edición de videos o de sus hermosas piezas de artesanía, ha aprendido que la verdadera satisfacción está en expresarse de forma genuina, sin la necesidad de la aprobación ajena. Esta transformación le ha permitido conectar con su arte de una manera más profunda, disfrutando del proceso creativo sin restricciones, y encontrando una paz interna que le permite ser completamente ella misma.
Este es la vida novelada :) Espero que la disfruten!!
El niño se encontraba frente a una casa grande y antigua, de un amarillo mostaza que resaltaba en el paisaje otoñal. A su alrededor, los árboles se mecían con el viento, dejando caer hojas secas sobre el suelo. La casa, con su techo picudo y ventanas oscuras, parecía solitaria, como si nadie viviera allí. Aunque parecía estar en un tiempo lejano, el niño no sentía miedo, solo una extraña sensación de nostalgia, como si hubiese estado allí antes, o al menos, como si esa casa le fuera familiar.
Desde la distancia, vio un coche antiguo acercándose, un vehículo negro con estilo inglés. Al principio, no entendió si era alguien que lo buscaba o simplemente una presencia pasajera. Al acercarse, una voz le pidió que se alejara de la casa y regresara al coche. Aunque la figura lo observaba, el niño no podía dejar de mirar el hogar vacío que tenía ante él. Algo en su interior lo llamaba a quedarse allí.
Finalmente, el niño se alejó, y pronto fue llevado a otro lugar: una casa pequeña, de madera, más modesta que la primera, pero cálida y acogedora. Un fuego ardía en la chimenea, iluminando la habitación con una luz suave. En esa casa no estaba solo; había otras personas, pero no era su familia. A pesar de que las personas que lo acogían lo trataban con cariño, sentía que no encajaba del todo. No era parte de esa familia, aunque no le faltaba lo necesario para vivir. A veces, otros niños lo trataban con frialdad, y el niño no podía evitar sentirse como un extraño.
Pero todo comenzó a cambiar cuando, ya un poco más adulto, conoció a un hombre mayor que se convertiría en su mentor. Este hombre, sabio y paciente, lo acogió como a un hijo. Le ofreció la oportunidad de aprender, de descubrir un mundo nuevo. Ya no era el niño perdido que se sentía solo; ahora, había alguien que le mostraba el camino.
El hombre mayor tenía un despacho acogedor, lleno de libros y muebles de madera oscura. El joven, que ahora ya no era un niño, pasaba largas horas allí, aprendiendo. El ambiente, aunque austero, le resultaba familiar y reconfortante. En ese despacho, el joven se sentía en casa, rodeado de las enseñanzas de su mentor, que lo guiaba con amor y sabiduría.
Aunque el hombre mayor era un ser sabio, con años de experiencia, también era amable y generoso. Le enseñaba a escuchar a los demás, a ser empático y comprensivo. El joven encontraba en él no solo un mentor, sino una figura paterna, alguien que lo aceptaba tal como era. Juntos pasaban mucho tiempo conversando, compartiendo ideas y reflexiones. Aquellas lecciones, que al principio parecían simples, con el tiempo se fueron convirtiendo en la base de su vida.
El joven, ya convertido en adulto, comenzó a tomar las riendas de la vida. Su mentor le había dado las herramientas necesarias, y el hombre, con el tiempo, fue dejando de aparecer en su vida. Aunque su mentor ya no estaba físicamente a su lado, el joven continuó su legado, usando todo lo que había aprendido para ayudar a otros. Se convirtió en un terapeuta, un hombre dedicado a escuchar y a sanar a los demás, justo como lo había hecho su mentor con él.
Los años pasaron, y el joven ahora adulto se encontró solo en el despacho que había compartido con su mentor. Pero algo había cambiado. Su cuerpo ya no era el de un hombre joven, sino el de alguien mayor, con las marcas del tiempo. La salud de su cuerpo comenzó a decaer. La fiebre lo consumió lentamente. Aunque estaba rodeado de amor, cuidando su bienestar, el hombre ya sentía que su tiempo había llegado.
A su lado, una mujer lo cuidaba, asegurándose de que estuviera cómodo, trayéndole agua y vigilando su bienestar. El hombre, postrado en la cama, ya no podía hacer mucho más. Su vida estaba llegando a su fin. Recordaba a su mentor, a todas esas lecciones que había aprendido, y se sentía en paz. Sabía que había cumplido con su misión, que había dado todo lo que podía, que su vida había tenido un propósito.
Finalmente, su cuerpo cedió ante la muerte, en la tranquilidad de su hogar. La mujer que lo cuidaba estuvo allí hasta el final, pero, al igual que su mentor, el hombre ya no estaba. Su espíritu, sin embargo, vivió en todas las personas que había tocado con sus enseñanzas, en todas aquellas vidas que había ayudado a sanar.
El hombre había dejado un legado: la importancia de escuchar, de ayudar, de dar lo mejor de uno mismo sin esperar nada a cambio. Aunque ya no estaba presente físicamente, el joven que una vez había sido, y que ahora era un adulto, continuó su trabajo, ayudando a otros, transmitiendo el conocimiento que había recibido.
Así, el ciclo de la vida y la muerte continuó, y el hombre encontró la paz, sabiendo que su vida había sido valiosa y llena de propósito.