Caso real QHHT: Una historia de abusos.

La hipnosis reveló un secreto oculto y cómo comenzó el viaje de sanación.

Las sesiones de QHHT no solo desvela vidas pasadas, sino también misterios ocultos en nuestra propia historia. En este relato, Juan, a través de una regresión, revivió escenas de su infancia que nunca había podido procesar: la fría indiferencia de su padre y un abuso que pasó desapercibido en su mente consciente. Lo que parecía un simple recuerdo olvidado resultó ser una clave vital para entender sus y bloqueos actuales.

A veces, los traumas más profundos están en el presente, esperando ser descubiertos. La regresión a la vida actual puede revelarnos lo que está oculto en nuestro interior y ayudarnos a liberar esas cargas invisibles. Si algo en tu pasado te sigue afectando sin explicación, puede ser el momento de explorar lo que la hipnosis regresiva tiene para mostrarte.

Aquí transcribo la historia novelada, que la disfrutes!

Juan caminaba por una calle que parecía sacada de Madrid. El sonido de los coches y la gente casi como un ruido de fondo donde todo se desdibujaba. Sus botines de cuero resonaban por encima de todos los sonidos y el viento movía a la vez que retaba al gorro que llevaba en la cabeza. El lugar le resultaba familiar, demasiado cercano. A lo lejos, veía su hogar, un edificio blanco que destacaba en medio del entorno. Era su casa, pero no estaba completamente solo. En casa de sus padres, el ambiente era sencillo, con paredes de gotelé y muebles escasos. No había nadie más con él, salvo su tío aunque no vivía allí. A menudo, Juan pasaba tiempo con él. Le gustaba la compañía, aunque no entendía muy bien por qué se sentía tan importante estar cerca de él.

Su recuerdo le llevo a un día que fueron a pasear por la sierra. Aquel día, su tío lo había invitado a caminar por el campo. El paisaje era hermoso, una mezcla de montañas cubiertas de pasto y una antigua reja de piedra que bordeaba el camino. El sol brillaba  un poco detrás de las nubes, y la temperatura era de un típico día en la sierra, un poco fresquita.

Juan se sentía bien, disfrutando del paseo, con su tío. Era algo habitual, solían salir juntos a caminar, charlar, o simplemente disfrutar del momento. Había una sensación de tranquilidad, y su tío parecía contento. Juan no sabía por qué, pero su presencia lo hacía sentirse seguro. Fueron juntos a hacer pis, y su tío le tocó sus partes en forma de juego. Era un juego habitual entre ellos, y no parecía molestarle. Su tío le dice que son sus paseos, sus juegos y sus secretos, todo eso es lo que les une de una manera especial.

Las interacciones con su tío continuaron, siempre en situaciones similares. A veces se encontraba solo con él y aunque no siempre entendía el trasfondo de  las palabras de su tío, él le repetía que eran muy buenos amigos, que compartían secretos. Juan era un niño inocente que no veía nada extraño en sus palabras. Para él, su tío era alguien que lo cuidaba y le prestaba atención. Algo que con su padre no salía de esa manera tan natural.

Por eso le gustaba pasar tiempo con su tío, y le parecía natural que los otros estuvieran ocupados en su propio mundo mientras su hermano y sus hermanas se quedaban en casa con su tía, jugando o haciendo cosas que a él no le interesaban…

El día de su comunión fue un día de festejos y celebración familiar. Estaban en la casa de sus abuelos, en la sierra, y la alegría era palpable. Había risas, charlas animadas, y Juan, ahora un poco más grande, se unió a sus primos  para jugar en el jardín al fútbol. En ese momento, sentía que todo estaba en su lugar. Había crecido y su tío le dijo en un día tan importante como aquel que se había convertido en todo un hombre. Aquella frase sin Juan saber por qué marcó un punto de inflexión en su inconsciente y en la relación de ambos, algo que Juan no podía explicar con palabras.

A medida que pasaban los días, algo dentro de él comenzaba a cambiar. La relación con su tío, comenzó a tomar un matiz diferente. Aunque todavía había cariño, ya no era lo mismo. Las interacciones se hicieron menos frecuentes, y el niño ya no sentía la misma conexión. Había algo en el aire, algo que Juan no podía identificar, pero que lo hizo sentir que el vínculo especial con su tío había llegado a un fin, aunque de una manera silenciosa.

Más adelante en la vida de Juan con doce años tenía un partido de fútbol con sus amigos. En un momento, cuando tuvo la oportunidad de marcar, falló. El balón se desvió y la frustración lo invadió. Sin poder contenerlo, las lágrimas comenzaron a salir, pero no por vergüenza, sino por la rabia que sentía dentro por haber fallado. Los compañeros trataron de animarlo, diciéndole que no pasaba nada, pero a Juan le costaba escuchar. La frustración era tan grande que no podía quitarse la sensación de haber fallado.

Su padre, que observaba desde lejos, se acercó y, tratando de consolarlo consuelo, le dijo: "No llores". Esas palabras hicieron que la rabia en su interior creciera aún más. En ese momento, algo dentro de Juan se cerró. No entendía por qué no podía expresar lo que sentía, por qué su padre no podía verlo vulnerable, triste o frustrado. Intentó controlar sus emociones, pero su corazón, marcado por esas palabras y empezó a cerrarse. A partir de ese instante, decidió no mostrar más sus sentimientos.

 

La falta de cariño y apoyo de su padre dejó a Juan vulnerable, y su tío aprovechó esa distancia. Al no recibir atención emocional de su padre, Juan no pudo ver lo que estaba pasando y pensaba que la relación con su tío era algo positivo. Lo que Juan concluyó después de la sesión es que para sanar necesitaba trabajar en la herida de la relación con su padre, entender cómo su ausencia afectó su vida y continuar con su trabajo de expresar sus emociones.

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