Materialización…¿mito o realidad?
En nuestro día a día, estamos acostumbrados a pensar en términos de lo que podemos ver y tocar. Nos enseñan que lo real es aquello que podemos percibir con nuestros sentidos, mientras que todo lo que escapa de ese ámbito se considera fantasía, invención o ilusión.
La imaginación, a menudo considerada un simple juego, es una puerta hacia una comprensión más profunda de nuestro ser y del universo. Nos permite conectar con realidades que van más allá de los límites de lo físico, y al comprender su poder, comenzamos a abrirnos a nuevas posibilidades.
Cuando se dice que la imaginación es mentira y que solo lo que puedes tocar es real... Si, en este mundo es así, pero en otros niveles de existencia, ¿realmente solo imaginas, o estás conectando con una información cuántica que ya existe en algún lugar? Porque todo existe. Cuando imagino, no estoy solo creando algo de la nada, sino que estoy conectando con información que, aunque pueda parecer loca o irreal, proviene de algún lado. La estoy recuperando, la estoy atrayendo y, a medida que lo hago, la voy construyendo. Es un proceso que ocurre todo al mismo tiempo, de manera inmediata. Si lo miramos desde esa perspectiva, puede parecer algo loco, pero es simplemente la forma en que accedemos a una realidad más amplia.
La clave está en entender que la imaginación no es algo ajeno, sino que es un proceso a través del cual conectamos con esa información. Cuando creamos algo en nuestra mente, estamos accediendo a un universo de posibilidades, y es nuestra capacidad para manifestar eso lo que hace que se convierta en real.
Lo difícil es asumir que somos creadores de nuestra realidad. Por eso hemos puesto a los dioses fuera de nosotros, hemos puesto el poder fuera de nosotros. Nos cuesta aceptarlo, porque nos han enseñado que eso es prepotente y que no somos nadie. Nos han programado para creer que nuestra capacidad de crear está fuera de nuestro alcance, pero esos dioses y poderes son, en realidad, parte de nosotros. Son capacidades que tenemos y podemos desarrollar.
Somos parte del todo y todo lo que existe está en nosotros. No estamos separados del universo, aunque vivamos como si estuviéramos desconectados. La información que buscamos, el conocimiento que deseamos, está disponible para nosotros, porque somos una parte integral del todo.
Incluso lo que llamamos "mal" forma parte de cómo la información se polariza. El mal no es algo externo, sino un juicio sobre una parte de la vida que hemos distorsionado. Es la forma en que percibimos lo que hemos separado o no comprendemos. Esa separación es lo que nos impide ver que el mal y el bien son simplemente dos caras de la misma moneda. La incapacidad de integrar lo que consideramos negativo u "oscuro" es lo que hace que una persona o el planeta estén en crisis. No sabemos cómo manejar esas partes de nosotros mismos, y por eso las proyectamos fuera.
Es como si acumuláramos basura en una habitación durante tanto tiempo que, al final, la casa se descompone. Todo se desintegra y no podemos ver más allá del caos que hemos creado. Pero, si nos atrevemos a limpiar esa habitación, a reorganizar nuestro espacio interno, podemos reconstruirlo. Así es como, al asumir nuestra capacidad de crear y transformar, podemos cambiar nuestra realidad.